Rachel Carson: recuerdo de una bióloga valiente y pionera

¿Les suena el nombre de Rachel Carson? Probablemente no, pero debería. Porque resulta insólito que esta valerosa pionera, esta auténtica adelantada a su época no tenga el reconocimiento que merece. Hoy es muy fácil sumarse a la manifestación, es más, resulta difícil estar al margen de las corrientes principales de lo políticamente correcto. Pero cuando Rachel Carson levantó por primera vez una bandera que hoy cobija a todo el mundo, la denuncia de los pesticidas y otros contaminantes industriales, estaba muy sola. Fue ella quien dio el primer paso, en condiciones personales precarias y arriesgando mucho. Aunque sea aprovechando esta manía que tenemos de los aniversarios, y dado que Rachel Carson murió en 1964 (el 14 de abril hará 50 años), espero que su persona y su obra reciba el reconocimiento que merece fuera de Estados Unidos, el único país que sí la ha valorado en lo que merece.256px-Rachel-Carson

Rachel Carson nació en una granja de Pennsylvania en 1907, creció en contacto con la naturaleza, leyendo a Conrad, Melville y Stevenson y escribiendo relatos sobre animales. Estudió Biología en el Pennsylvania College for Women (la actual Chatham University), y a partir de 1929 siguió cursos de Zoología y Genética en la prestigiosa universidad John Hopkins. Comenzó una investigación sobre desarrollo embrionario en peces, obtuvo su título de Máster en 1932 y aunque estaba perfectamente cualificada para empezar un doctorado, la falta de recursos económicos y la muerte de su padre le obligó a buscar un trabajo para ayudar a su familia. Encontró un empleo en la Oficina de Pesquerías de los EE.UU. (en la actualidad el Fish and Wildlife Service) escribiendo guiones para programas de radio sobre la vida marina. En 1936 ganó las oposiciones para una plaza de bióloga marina en este organismo federal y se convirtió en la segunda mujer que obtenía este puesto. Durante los siguientes años escribió artículos y trabajos divulgativos sobre la vida marina, y publicó un libro, Under the sea wind (Bajo el viento del mar) en 1941. Este libro no tuvo buena acogida por el público, a pesar de las excelentes reseñas que aparecieron en la prensa. Durante aquellos años soplaban vientos de guerra en lugar de brisas marinas, y la gente estaba en otros temas. Después de la guerra, Carson llegó a ser editora jefe de publicaciones del FWS en 1949. Pero su vocación literaria se impuso. The sea around us (El mar a nuestro alrededor) fue un auténtico best seller, y recibió el Premio Nacional del Libro en la categoría de no-ficción. Su popularidad  llevó a la reedición de Under the sea wind que en esta ocasión sí fue un éxito de ventas. En 1952 Rachel Carson dejó su puesto en el FWS y se dedicó en exclusiva a escribir. El productor Irwin Allen (Si tienen ustedes una cierta edad, recordarán con nostalgia algunas series que marcaron nuestra infancia, al menos la mía, El túnel del tiempo o Viaje al fondo del mar) se encargó de producir un documental basado en la obra de Carson, pero esta no quedó nada contenta con el resultado. A pesar de ello la cinta de Allen ganó el Oscar al mejor documental en 1953. En 1955 escribió el tercer volumen de su trilogía del mar, titulado The edge of the sea (El borde del mar), dedicado a los ecosistemas costeros. Cerrada esta etapa, comenzó a interesarse por la conservación medioambiental.  En 1957 se interesó por un proyecto gubernamental en marcha. La fumigación masiva de amplias zonas del país con pesticidas para eliminar una serie de plagas. Rachel Carson comprendió que estos insecticidas terminarían afectando a todos los seres vivos en mayor o menor grado. Sin embargo, las compañías químicas que producían el DDT y otros pesticidas y que contaban con grandes perspectivas de negocio, afirmaban su total inocuidad y la falta de toxicidad para el medio ambiente. Frente a los enormes intereses económicos en juego, y consciente de que no contaba con apoyos en la opinión pública, Carson recabó testimonios de científicos, que documentaron los efectos perniciosos de los pesticidas sobre animales y plantas. Expertos del gobierno le suministraron información confidencial. Otros investigadores, sin embargo, afirmaban que los pesticidas no tenían efectos colaterales. Viendo venir el problema, el Departamento de Agricultura rodó en 1959 un documental propagandístico defendiendo el uso de pesticidas.  Si ustedes tienDDTen la oportunidad de ver uno de estos impagables documentales de los 50 y 60, entenderán a ese inefable personaje de los Simpson, Troy McClure, protagonista de todo tipo de cintas de propaganda gubernamental.

Rachel Carson obtuvo sus propios datos sobre el descenso en el número de aves en las zonas tratadas con pesticidas y denunció en la prensa los intereses económicos de las grandes industrias implicadas. Recopiló estudios y artículos publicados sobre el efecto carcinógeno de muchos pesticidas o sus derivados. En 1960, justo cuando se ocupaba de estos temas, se le detectó un cáncer de mama y fue sometida a una mastectomía. Todo esto retrasó la publicación de su libro, que finalmente apareció el 27 de septiembre de 1962 con el título: Silent Spring (Primavera silenciosa). Un título que hacía referencia a una futura primavera sin aves y sin insectos, sin la música de la Naturaleza. Ese 27 de septiembre de 1962 significa el nacimiento de lo que luego se ha (mal)llamado «ecologismo», la denuncia del impacto negativo de las actividades humanas en el medio natural. Ahora se le llama «sostenibilidad». No sé que es peor.

En Primavera silenciosa Carson rechaza el término «pesticida» por tendencioso. Las sustancias utilizadas no matan selectivamente las plagas (pests en inglés), sino todo tipo de animales, acumulándose además a lo largo de la cadena alimentaria. Carson sostiene esta afirmación con ejemplos, denuncia el efecto carcinógeno de muchos pesticidas y acusa a la industria química de desinformar al público y a los gobernantes de aceptar las manipulaciones de dicha industria. Carson alerta sobre el fenómeno de la resistencia de las plagas y termina abogando por el control biológico de las mismas.

Rachel Carson, sometida en aquellos momentos a sesiones de radioterapia, esperaba una dura respuesta, incluso en términos legales, por parte de la industria. La compañía Velsicol amenazó con demandas contra la editorial Houghton Mifflin y el New York Times, que había publicado parte del libro y le había prestado apoyo editorial. Otras compañías y asociaciones privadas iniciaron una campaña de folletos, artículos y documentales contra Primavera silenciosa. Químicos prestigiosos acusaron a Carson de pretender un retorno a la Edad Media. Otros atacaron su falta de cualificación profesional. Pero un aliado inesperado redujo el tono de la campaña. Acababa de estallar el escándalo de la talidomida, el medicamento que produjo miles de casos de graves malformaciones en recién nacidos. Era un mal momento para defender a las poderosas multinacionales, químicas o farmacéuticas. Poco a poco científicos, periodistas, políticos y la opinión pública en general fueron asumiendo el mensaje de Carson contra el uso indiscriminado e incontrolado de pesticidas. El 3 de abril de 1963, la CBS emitió un documental «The Silent Spring of Rachel Carson» que a pesar de pretender una exposición neutral del problema, añadió muchísimos indecisos al bando de Carson, quien aparece en la cinta leyendo fragmentos de su libro. Una de las últimas apariciones de Rachel Carson fue ante un Comité Presidencial (el presidente era John F. Kennedy) que el 15 de mayo de 1963 apoyó en su informe las posturas de la escritora. La batalla estaba ganada, y a finales de 1963 Rachel Carson recibió medallas y homenajes. Pero la otra batalla, la que libraba contra el cáncer, se había perdido. Esta mujer luchadora murió el 14 de abril de 1964, a los 56 años de edad.

Pero su obra dio fruto. En 1967 se creó el Fondo de Defensa Ambiental, que logró junto con otros grupos activistas la paralización del uso del DDT en 1973. Por otro lado en 1970 se creó la Environmental Protection Agency (la EPA), una reinvindicación de Rachel Carson, quien comprendió que las políticas medioambientales nunca podían gestionarse en Departamentos y Ministerios, como el de Agricultura, con intereses en la producción agrícola y el desarrollo industrial. El modelo de la EPA como entidad dedicada exclusivamente a la protección medioambiental fue seguido por la mayor parte de los países que crearon sus propias agencias o ministerios del medio ambiente. Ese es probablemente el mayor de sus legados.

En Estados Unidos la obra de Rachel Carson ha sido justamente reconocida. En 1980 se le concedió a título póstumo la Medalla Presidencial de la Libertad, la mayor condecoración civil de aquel país. Hay sellos con su efigie, escuelas, edificios del gobierno, puentes y avenidas con su nombre.

Lo dicho, 50 años, el catorce de abril. ¿La recordaremos?

Para más información, No se pierdan este vídeo, a partir del minuto 6:

Otros vídeos de interés (en inglés):

Gracias a la Wikipedia en inglés por los datos suministrados para escribir esta entrada. A ver si la Wikipedia española se pone al nivel. La biografía de Rachel Carson en español tiene 352 palabras. La de Justin Bieber, quien merece todos mis respetos, más de 3700 palabras. Sin comentarios.

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Homeopatía. Vendiendo ilusiones.

Los productos homeopáticos vivían en España en un limbo legal, regulados por disposiciones  transitorias de los Reales Decretos 2208/1994 y 1345/2007. El gobierno actual ha publicado un borrador de Orden Ministerial (OM) cuyo objetivo es poner fin a esta situación provisional y regular la comercialización de estos productos, calificados por la OM como «medicamentos homeopáticos».

Pues no. Los productos homeopáticos no deben ser considerados como medicamentos. El Gobierno tiene el poder y el Boletín Oficial para hacerlo. Los demás podemos tener motivos para opinar en contra. Esos son sus poderes y estas son mis razones.

La homeopatía se define como «sistema curativo que aplica a las enfermedades, en dosis mínimas, las mismas sustancias que, en mayores cantidades, producirían al hombre sano síntomas iguales o parecidos a los que se trata de combatir». La propia definición ya es sospechosa, porque pretende que 1) lo mismo que enferma cura, si está en pequeñas cantidades, 2) confunde enfermedad con síntomas y asume que lo que hay que combatir son los síntomas, no la enfermedad. Y esta forma de pensar podría ser válida hace doscientos años, porque fue a finales del siglo XVIII cuando a un médico alemán llamado Samuel Hahnemann (1755–1843) dijo aquello de similia similibus curantur (‘lo similar se cura con lo similar’). Una idea que en aquella época no era más ni menos disparatada que la del «desequilibrio humoral», la «debilidad del espíritu vital», o «los miasmas pestíferos». Una idea surgida de la misma medicina que trataba las infecciones con sangrías y el cáncer con cataplasmas. Pero (¡noticia!) los tiempos han cambiado. Gracias a Louis Pasteur y a Robert Koch sabemos que las enfermedades infecciosas las causan virus y bacterias y que el cáncer se produce por un descontrol genético de las células. Gracias a este conocimiento podemos tratar muchas enfermedades con antibióticos o quimioterapia, con mayor o menor éxito, pero sabiendo siempre qué es lo que estamos haciendo. Para que un medicamento llegue a la farmacia tiene que pasar por un largo, complejo y caro procedimiento de ensayos clínicos. Tiene que demostrar que es seguro y no tiene efectos secundarios. Tiene que demostrar eficacia, y eso quiere decir que administrado a un grupo de pacientes produzca un efecto beneficioso con respecto a otro grupo en el que se ha administrado un placebo, es decir, una sustancia sin efectos terapéuticos. Este ensayo debe ser ciego (los pacientes no saben lo que están tomando) o doble-ciego (ni el médico que administra ni el paciente sabe lo que está siendo administrado). Esto es necesario para distinguir el efecto terapéutico de un medicamento del «efecto placebo», la sensación subjetiva de mejoría que puede producir una sustancia en cuyo poder curativo se confía.

Un medicamento tiene que pasar por todos estos filtros antes de poder ser usado como medicamento. Un producto homeopático no. ¿Por qué? Porque toda la homeopatía está basada precisamente en el «efecto placebo». Un producto homeopático, en muchos casos no tendrá ningún efecto (porque no contiene ninguna sustancia activa contra la enfermedad o lo contiene en cantidades insignificantes) y en otros provocará mejoría en determinados síntomas a causa de la fe que tiene el paciente en el producto que toma. Es decir, la homeopatía sin duda «funciona» en algunos casos, si entendemos por «funcionar» que el paciente se sienta mejor, disminuya su ansiedad o su percepción de las molestias. A todo ello contribuye que la homeopatía sea escenificada por un médico o un naturópata que habla y escucha al paciente, que muestra empatía por sus dolencias y se interesa por sus problemas personales. ¡Cuántas personas se sienten aliviada sólo porque alguien las escuche! El homeópata sin duda ayuda a esa gente. Pero no les cura. No hay enfermedad que pueda ser curada por medio de la homeopatía. No hay mecanismo celular, genético, molecular o infeccioso, que sea activado, modulado o alterado por las sustancias activas presentes en un preparado homeopático. Porque en muchos casos no existen tales sustancias activas (ver nota al pie).

Por eso la OM que se prepara cae en contradicciones patéticas. Son inevitables cuando se juega con conceptos que están más allá de lo racional. Por ejemplo, cuando afirma «Un medicamento homeopático podrá contener varios principios activos». Si los contuviera en cantidades significativas, ¡dejaría de ser estrictamente homeopático! Inasequible al desaliento, la Orden exige: «La declaración completa y detallada de los componentes activos de los medicamentos». Para colmo distingue entre «medicamentos homeopáticos con o sin reivindicación terapéutica». Hablar de un medicamento sin indicación terapéutica es una contradictio in terminis, como hablar de alimentos sin propiedades alimenticias. A los que sí reivindican propiedades terapéuticas se les exigirá, en teoría, lo mismo que a otros medicamentos, demostración de calidad, seguridad y eficacia. Y digo en teoría porque no tiene sentido exigir eficacia a las formulaciones homeopáticas en igualdad respecto a otros medicamentos. En primer lugar, porque cuando han sido sometidos a ensayos clínicos rigurosos, el resultado ha sido siempre un fracaso. La homeopatía depende fundamentalmente de la confianza del paciente en el producto que toma. En un ensayo a doble ciego, el paciente no sabe si toma el producto homeopático o un placebo, con lo que o bien no confía en lo que toma o confía en el placebo exactamente igual que en el producto a ensayar. Pero lo que es más grave… ¡No hay diferencia entre el medicamento y el placebo! ¡No hay laboratorio en el mundo que usando las técnicas de análisis más precisas pueda distinguir entre un producto homeopático con dilución 30 CH y su disolvente! Al final, me temo que la eficacia que se le exigirá al producto homeopático será la mera cumplimentación de un cuestionario de satisfacción de los pacientes tratados. Como ya se hace con los cosméticos o los dentífricos (Clínicamente probado: ocho de cada diez personas que usaron Blanquident notaron sus dientes más blancos… Puro rigor científico).

Sé que a esta postura se le puede oponer el siguiente razonamiento: «Si el paciente se siente mejor, por el motivo que sea, entonces vale la pena usar la homeopatía». No es mal argumento. Pero entonces… ¿Deberíamos incluir en la sanidad pública a un iluminado con supuestos «poderes» que trata a los enfermos imponiéndoles las manos? ¿O sólo podremos hacerlo si es médico colegiado? Si los enfermos se sienten mejor, aunque sea por autosugestión, ¿qué diferencia hay con la homeopatía? Este es el problema, o practicamos una medicina basada en la evidencia, en el rigor, en el conocimiento, o volvemos a una sanación medieval que pueda acoger a curanderos, charlatanes, productos milagro, pócimas mágicas y cualquier cosa que aparentemente «funcione». Aunque no cure ni un simple resfriado. No olvidemos que están pendientes de regulación ministerial todas las «terapias alternativas». Para echar a correr…

Al hilo de estos temas se me ocurren otras reflexiones colaterales:

1) No perdamos la batalla de la comunicación. La imagen de unas «terapias alternativas» modernas, progresistas y humanistas frente a una «medicina tradicional» anquilosada, tecnificada y agresiva, es simplemente ridícula. Es un hecho que la medicina no ha parado de avanzar en las últimas décadas. Conocemos mucho más y tratamos los problemas de la salud humana mucho mejor que nunca en la historia de la Humanidad. Es imposible no considerar esto en favor de unas prácticas primitivas, basadas en principios oscurantistas que ya se rechazaban en la época de la Ilustración, por más que se presenten como «naturales», «humanistas» y «alternativos», etiquetas que venden bien el producto.

2) La tentación de la «eficacia antes que el conocimiento» es muy fuerte también para la Medicina. ¿O es que no ha habido casos de exceso de entusiasmo inyectando células madre sin pararse a conocer realmente qué es lo que está sucediendo?

3) También es fuerte la tentación de la homeopatía para los profesionales médicos y no son pocos los que están explotando este filón. Pero ser profesional médico no implica la infalibilidad, como no la implica ser catedrático, juez o Papa. No convirtamos al experto en el nuevo sacerdote del mundo contemporáneo, dueño de la verdad.

4) Ya he dicho que parte del éxito de la homeopatía está en el vínculo del homeópata con su paciente. Un médico que sólo tiene cuatro o cinco minutos para dedicar a su paciente no establece la misma relación que un homeópata que dedica una hora a charlar sobre los problemas del suyo. Y es esa relación, no las gotas homeopáticas que se prescriben, la que más contribuye al bienestar del paciente. Motivo de reflexión para nuestra medicina moderna.

5) El Gobierno y la Agencia Española del Medicamento no ocultan un hecho. La regulación de la homeopatía en España es una imposición de la Unión Europea. Y detrás de esto hay unos poderosísimos intereses económicos. La homeopatía factura cada año en Europa alrededor de 1700 millones de euros. Un poco menos que todo el presupuesto del ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para el 2014. Ojo a esta cifra. Solo en España se comercializan 19.000 productos homeopáticos. No hay otra explicación de los privilegios con los que van a contar los «medicamentos homeopáticos».

Para más información:

– El artículo de la Wikipedia sobre homeopatía está muy bien documentado acerca de la controversia científica.logo-cuadrado

– Excelente blog:  ‘No sin evidencia’ a cuyo manifiesto nos adherimos.

La Organización Médica Colegial se pronuncia sobre la Orden Ministerial.

Nota: Aclaro el concepto de que en un producto homeopático no hay ninguna sustancia activa. La fabricación de ese producto se basa en la dilución sucesiva de una sustancia original. Distintas escuelas o practicantes de la homeopatía defienden distintos grados de dilución. En ocasiones los productos homeopáticos son extractos de plantas diluidos a 3 CH. Esto quiere decir que el extracto original ha sido diluido un millón de veces (1/100 x 1/100 x 1/100). Otros consideran esta formulación tremendamente «concentrada», y realizan diluciones por ejemplo de 6 CH. Es decir, una parte del extracto original  en un billón de partes de disolvente. Es obvio que cada vez encontraremos menos moléculas de la sustancia original en nuestra disolución. Los homeópatas más estrictos fabrican productos con diluciones, por ejemplo, 30 CH, y hasta 100 CH. 30 CH son 30 diluciones consecutivas al 1%. ¿Cuántas moléculas de la sustancia original encontraré en un litro de agua después de tantas diluciones? Ninguna. En un litro de agua hay aproximadamente 340 x 1024 moléculas de agua. 30 CH significa que hemos diluido la sustancia original de forma que hay una molécula para cada 1060 moléculas de disolvente. Echen cuentas…

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Energías renovables y pasteleo político. Un escándalo.

Sin duda, en las antipatías que la crisis ha generado últimamente en la ciudadanía, los bancos y sobre todo las antiguas Cajas de Ahorros ocupan un lugar de privilegio. Muchos indignados culpan directamente al sector financiero de haber provocado la crisis. Pero no debemos olvidar que un grupo de grandes empresas, las que controlan la mayor parte de la producción y distribución de la energía eléctrica en España, se están yendo de rositas mientras el Gobierno está desmontando a golpe de decreto el sector de las energías renovables. El tema es de escándalo, pero complejo y difícil de resumir. Así y todo, lo intentaremos,

España había hecho una apuesta por las renovables, energía solar y eólica sobre todo. Esto fue una decisión política correcta, algo por lo que deberíamos sentirnos orgullosos. También una imposición en cierto modo. En 2001 la Unión Europea fijó unos objetivos de generación de energía renovable para el 2020, y el Consejo de Ministros, bajo la presidencia de Rodríguez Zapatero,  aprobó en agosto de 2005 el Plan de Energías Renovables (PANER) 2005-2010. El resultado de las ayudas a la generación de energía renovable fue la entrada en el sector de cientos de empresas, generalmente pequeñas y medianas, que competían con las grandes empresas del sector. Esto, evidentemente, no fue del agrado de las grandes compañías que se habían repartido hasta entonces el pastel. Hacia 2010 comenzaron a aparecer noticias interesadas acerca de fraudes y abusos en el cobro de primas por parte de los productores de energías renovables. Las inspecciones que se hicieron entonces mostraron que el fraude en el sector era algo marginal. Pero al mismo tiempo se fue difundiendo la idea de que el déficit tarifario de las eléctricas era debido, en buena medida, a las subvenciones a las energías renovables.energia_eolica

El déficit tarifario es la diferencia entre lo que ingresan las compañías por el recibo de la luz (cuyo importe es fijado por el Gobierno) y los costes totales de producción y distribución de energía eléctrica. En estos costes se incluyen por supuesto las subvenciones a las renovables pero también muchos otros conceptos, algunos de ellos muy discutibles, como los llamado «pagos por capacidad» o los «costes de transición a la competencia» (en definitiva, subvenciones directas a las grandes compañías eléctricas). Pues bien, en la última etapa del anterior gobierno socialista y sobre todo en la actual etapa del Gobierno Rajoy, con José Manuel Soria como ministro de Industria, Energía y Turismo, se ha utilizado la coartada de la necesidad de reducir el déficit tarifario para desmontar todo lo que se había hecho para favorecer el desarrollo de las energías renovables. El 50% del recorte de las subvenciones se han concentrado en la energía solar fotovoltaica. Se ha creado un impuesto sobre la generación de energía, pero mientras que las productoras de energía convencional pueden repercutirlo en el consumidor, las renovables tienen que cargarlo a su cuenta de resultados. La primera medida del Gobierno Rajoy en materia energética fue suprimir todo incentivo económico para nuevas instalaciones de energía renovable. Y ya verán como no tardará en tomarse la medida de prolongar la vida útil de las centrales nucleares españolas. Al tiempo.

Pero lo más irritante es el doble lenguaje de las grandes compañías eléctricas. Mientras que gastan dinero en lavar su imagen presentándose como ecológicas,electricidad_energia limpias, sostenibles y las mejores amigas del medio ambiente, en foros especializados arremeten contra la política de favor hacia las renovables.

Esperemos que este auténtico escándalo no pase desapercibido. Y que a ello contribuya la denuncia que ha hecho ante la Fiscalía Anticorrupción la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético y la Asociación de Productores de Energías Renovables, una asociación que agrupa a unas 500 pequeñas y medianas empresas. La denuncia puede descargarse aquí y es muy reveladora. Si la leen descubrirán el desmesurado interés de las grandes compañías eléctricas en el fichaje de políticos. Aquí van algunos nombres que les sonarán:

– Felipe González, Consejero Asesor de Gas Natural Fenosa

– Narcís Serra Consejero Asesor de Gas Natural Fenosa de 2009 a 2011

– Luis de Guindos, Consejero de ENDESA de 2009 hasta 2011

– José María Aznar, Consejero Asesor de ENDESA

– Pedro Solbes, Consejero de ENDESA

– Ana de Palacio, Consejera de Hidroeléctrica del Cantábrico

– Manuel Marín, Presidente de la Fundación Iberdrola

– Ángel Acebes, Consejero externo de Iberdrola

– Ignacio López del Hierro, marido de Mª Dolores de Cospedal, Consejero independiente de  Iberdrola.

Y así hasta 40 nombres de políticos de primera fila, en uno de los países con la electricidad más cara de Europa, y cuyas cinco grandes compañías eléctricas obtienen beneficios anuales de miles de millones de euros. Califiquen ustedes mismos todo esto.

Más información:

Artículo de Jaume Margarit (APPA) en El Economista

Comunicado de APPA sobre una denuncia a la Corte Europea de Justicia

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Otra educación no es posible

Después de un periodo de silencio, impuesto por los vaivenes de la vida, aquí estamos otra vez dispuestos a criticar lo que se preste a ello. Y el caso es que no es de temer la escasez de materia prima. Un filón que parece inagotable en estos días es el de la educación, tema central de la máxima preocupación pública hasta que el siguiente tema lo relegue al olvido (y no tardará mucho). La aprobación del anteproyecto de LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) ha hecho que hablemos de educación. Y el resultado no parece ser ni la reflexión ni la crítica. El resultado de que hayamos centrado nuestra atención en la educación que tenemos y en la que deberíamos tener, no puede ser más bochornoso. De un lado, los proponentes de la ley, que tienen razón en afirmar que no podemos seguir por el camino actual. Pero que vuelven a caer en el error de todos los gobiernos que han hecho reformas educativas, el de no considerar la educación como un tema de todos, no de un partido, y han sido incapaces de encontrar acuerdos. Los mismos que sí han sido capaces de complacer a la iglesia católica haciendo evaluable a la religión y a su alternativa. Los que consideran aceptable (y subvencionable por el estado) la educación separada de niños y niñas. Cualquier reforma positiva que pudiera tener la LOMCE ha quedado enmascarada por temas completamente secundarios para la calidad de la enseñanza.

¡Y qué decir de los opositores a la LOMCE! Estos días hemos oído de todo. De todo menos razonamientos, argumentos pedagógicos, diseños alternativos, reconocimiento del fracaso del sistema actual, análisis de sus causas o propuestas de soluciones. «Regreso al pasado», «ley de corto recorrido», «vuelta al catecismo», «privatización de la enseñanza», «conspiración contra la esencia cultural de un pueblo»… Hablando de regreso al pasado ¿dónde quedaron los políticos capaces de análisis, argumentación y crítica serena pero rigurosa?

Pues aquí va mi argumentación y mi opinión:

1) La organización de la educación es una cuestión de estado, y los partidos han ignorado siempre esto. Otra educación no es posible sin un acuerdo global, estable y no ideológico de los políticos y la comunidad educativa.

2) La educación es responsabilidad de toda la sociedad, no sólo de la escuela. Cada persona de este país es un educador en mayor o menor medida, porque lo que hace o dice tiene influencia en quienes le rodean, pequeños o mayores. Esto vale especialmente para los padres, pero es aplicable a todos. Si no somos capaces de entender esto y obrar en consecuencia, otra educación no es posible.

3) La derecha no lo hará nunca, y la izquierda no tiene el valor de hacerlo, pero la enseñanza pública tiene que ser estrictamente laica. La religión debe enseñarse en un ámbito diferente al de la escuela, sea la familia, la parroquia, la escuela coránica o donde sea. Mientras sigamos discutiendo sobre los galgos de la religión y los podencos de su alternativa, otra educación no será posible.

4) La llamada «educación en valores», que es absolutamente fundamental, no puede confundirse con la enseñanza de conocimientos. La educación en valores no consiste en convertir valores en contenidos y obligar a su estudio. Un profesor enseña puntualidad siendo puntual, autoexigencia siendo autoexigente, respeto siendo respetuoso (y exigiendo el respeto de los demás), tolerancia siendo tolerante. En este sentido, estoy de acuerdo con la supresión de la Educación para la Ciudadanía. O en la escuela nos dedicamos explícitamente a enseñar conocimiento (e implícitamente valores tales como el amor al conocimiento), u otra educación no será posible.

5) Los estudiantes reciben el mensaje de que el fracaso escolar se debe a que los profesores no les motivan lo suficiente, los padres no les prestan atención y los políticos hacen recortes en educación. Pero deben recibir alto y claro otro mensaje. Que su educación también depende de ellos, en buena medida. Que por encima de las dificultades, su esfuerzo y su disciplina les proporcionarán una correcta formación como personas y como profesionales. Que deben diseñar y construir su propio proyecto de vida, sin esperar a que lo hagan los demás. Si seguimos irresponsabilizando alegremente a nuestros jóvenes, otra educación no será posible.

6) Lo que parece ser una cuestión clave en la mejora de la calidad educativa, que ha provocado las reacciones más furiosas que se recuerdan en algunos nacionalistas, es la garantía de que el castellano sea la lengua en que se imparte la enseñanza, en caso de que así lo deseen los padres. ¿Acaso es imposible practicar un auténtico bilingüismo? ¿Es imposible llegar a un acuerdo para utilizar el castellano y otra lengua cooficial al mismo tiempo en la enseñanza? Como antes dije, todos somos educadores, y algunos políticos están impartiendo clases magistrales de intolerancia en este tema. Luego querremos que los alumnos estudien el concepto de tolerancia para el examen. Mientras no seamos capaces, por razones puramente políticas, de asumir el bilingüismo en las comunidades donde proceda, no será posible otra educación.

En resumen, creo sinceramente que en las condiciones actuales, otra educación no es posible. Pero por no terminar con una nota de amargura, como enseñante creo también en esos alumnos y alumnas que prestan atención, se esfuerzan, quieren aprender y saber más, no se conforman con hacer lo mínimo para aprobar, se han convertido en protagonistas de su propio aprendizaje. Y en los profesores y profesoras que aman su trabajo, a pesar de todo, y hacen más de lo que pueden. Ellos no saben de recortes, de seudopedagogías ni de políticas. La calidad de la enseñanza son ellos. En ellos mi esperanza, y de ellos el futuro.

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La Declaración de Quito: Combatir los engaños sobre las terapias con células madre

En anteriores entradas de este blog hemos criticado la utilización engañosa y fraudulenta de células madre para el supuesto tratamiento de diversas enfermedades. Es llamativo cómo estas entradas han sido las que han atraído más atención de los lectores,  que en muchos casos han llegado a ellas utilizando términos de búsqueda en Google que eran auténticos gritos de desesperación («terapia con células madre en parálisis cerebral», «células madre para curar el autismo», etc.). A pesar de algunas actuaciones contundentes, como el cierre del X-Cell Center, la situación ha ido a peor en los últimos años, dando lugar a casos de «turismo celular» especialmente en China (como muestra: http://miterapiacelulasmadre.com/) y Latinoamérica (http://www.celulasmadretratamiento.com/). Les advierto, da auténtico pavor visitar esas webs.

Por esto hoy nos congratulamos de que la Red y el Consejo Iberoamericano de Donación y Trasplantes (RCIDT) aprobara durante la XII reunión celebrada en Ecuador (24-26 octubre de 2012), la llamada Declaración de Quito, en el que se condena la compra, el tráfico y el turismo de células madre para trasplante, se reconoce la necesidad de combatir la publicidad engañosa, que presenta estas prácticas como “remedios milagrosos”, y se asume la falta de mecanismos de regulación y control que existen en muchos países de la región. En concreto se propone no utilizar las células madre con fines terapéuticos mientras no se demuestre evidencia científica de su beneficio y realizar las técnicas de Terapia Celular en centros o instalaciones previamente autorizadas por las autoridades sanitarias. Abro un paréntesis para reconocer la extraordinaria labor que está haciendo el Dr. Rafael Matesanz, presidente de la AEMPS y director de la Organización Nacional de Transplantes. En un blog crítico como este siempre habrá espacio para señalar cuándo las cosas se hacen bien, a pesar de todo.

Por las mismas fechas del octubre pasado, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios hizo pública una nota informativa en el mismo sentido, advirtiendo de los posibles fraudes y engaños en la utilización de células madre para tratamientos curativos o estéticos. Según esta nota, sólo es legal la terapia celular en los siguientes supuestos:

  • Transplante de precursores hematopoyéticos (médula ósea).
  • Implante de condrocitos autólogos, implante de queratinocitos para tratamiento de quemados y tratamiento de lesiones corneales con células madre del limbo corneal.
  • Ensayos clínicos o usos compasivos expresamente autorizados por la AEMPS.

Fuera de estos supuestos, remacha la AEMPS:

«La utilización de medicamentos basados en células madre fuera de las modalidades enunciadas en los puntos anteriores no está autorizada y carece de garantías de calidad, eficacia y seguridad. […] Los productos a base de células madre humanas utilizados en tratamientos con finalidades estéticas, también tienen la consideración de medicamento, por lo que les resultan de aplicación los mismos principios que al resto de tratamientos basados en células madre. Es decir, deberían demostrar su calidad, seguridad y eficacia en ensayos clínicos adecuados que permitieran al ciudadano saber los efectos y posibles riesgos de su utilización. Hasta la fecha no se ha autorizado ningún medicamento de este tipo con fines estéticos, por lo que su presencia en el mercado se considera igualmente ilegal.»

Lo que sucede es que no se considera como medicamento el transplante directo, dentro del mismo acto quirúrgico, de tejidos de una parte del cuerpo a otra (p.e. injertar tejido adiposo del paciente para aumento de mamas). Pero ¡ojo! no vale en este caso de hablar de «células madre» cuyo aislamiento a partir del tejido requiere un procedimiento especial. La grasa es grasa.  Pues a pesar de esto, no se vayan a China o a Latinoamérica, dénse un paseo por el ciberespacio español, y valoren si los responsables de hacer que se cumpla la legalidad están a la altura de las circunstancias:

Clínica Amar (Marbella)
«El rejuvenecimiento facial y la técnica de reparación desarrollada por el Dr. Roger Amar sin incisiones mediante células madre adultas»
(No se pierdan las reflexiones de esta web: » La posmodernidad  ha dejado al hombre sumido en un océano de paradojas…»).

Clínica Hilu (Marbella)
«Clínica avanzada de tratamientos para la salud, medicina celular y estética que cuenta con una tecnica «única» para el implante de células madre adultas regenerativas y un método de cirugía biológica».
Una Web que no tiene desperdicio. Irán de sorpresa en sorpresa: http://www.centromedicohilu.com/

Clinicas Anza (Barcelona, Lleida, Ibiza)
«Desde hace tan solo un año en España se ha legalizado la obtención de tejido graso con células madre, es decir, a partir de la grasa extraída obtener las propias células madre pluripotenciales […] Las células madre pueden convertirse y generar otros tejidos como piel, hueso, músculo, nervios, tendones, etc sin necesidad de un donante, por lo que son tejidos propios y biocompatibles.»

Clínicas capilares Vinci (Málaga, Madrid, Barcelona)
«Las células madre adultas se usan en los afectados por la calvicie y actúan como células progenitoras que reparan sistemas para el cuerpo, por ejemplo, reforzando los tejidos adultos envejecidos»

Y para acabar, el colmo de la picardía para sortear la legalidad: las células madre ¡vegetales! a las que se les atribuye una insólita «acción reestructuradora»:

Instimed (Madrid)
«Instimed ha diseñado un tratamiento facial que estimula la síntesis de proteínas de fijación, colágeno y elastina para lograr una revitalización cutánea desde el interior y el exterior de la célula. El tratamiento facial con células madre de origen vegetal revierte el proceso de degradación de la piel, gracias a la acción reestructuradora de las células madre».

Por supuesto que esto no escapa a la agudeza de la AEMPS, que en su nota informativa aclara que:
«Los tratamientos que se basan en células madre de origen vegetal no tienen ninguna relación con las células madre de origen humano y no se ha demostrado que posean ninguna utilidad en el tratamiento de enfermedades.»

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