¿Les suena el nombre de Rachel Carson? Probablemente no, pero debería. Porque resulta insólito que esta valerosa pionera, esta auténtica adelantada a su época no tenga el reconocimiento que merece. Hoy es muy fácil sumarse a la manifestación, es más, resulta difícil estar al margen de las corrientes principales de lo políticamente correcto. Pero cuando Rachel Carson levantó por primera vez una bandera que hoy cobija a todo el mundo, la denuncia de los pesticidas y otros contaminantes industriales, estaba muy sola. Fue ella quien dio el primer paso, en condiciones personales precarias y arriesgando mucho. Aunque sea aprovechando esta manía que tenemos de los aniversarios, y dado que Rachel Carson murió en 1964 (el 14 de abril hará 50 años), espero que su persona y su obra reciba el reconocimiento que merece fuera de Estados Unidos, el único país que sí la ha valorado en lo que merece.
Rachel Carson nació en una granja de Pennsylvania en 1907, creció en contacto con la naturaleza, leyendo a Conrad, Melville y Stevenson y escribiendo relatos sobre animales. Estudió Biología en el Pennsylvania College for Women (la actual Chatham University), y a partir de 1929 siguió cursos de Zoología y Genética en la prestigiosa universidad John Hopkins. Comenzó una investigación sobre desarrollo embrionario en peces, obtuvo su título de Máster en 1932 y aunque estaba perfectamente cualificada para empezar un doctorado, la falta de recursos económicos y la muerte de su padre le obligó a buscar un trabajo para ayudar a su familia. Encontró un empleo en la Oficina de Pesquerías de los EE.UU. (en la actualidad el Fish and Wildlife Service) escribiendo guiones para programas de radio sobre la vida marina. En 1936 ganó las oposiciones para una plaza de bióloga marina en este organismo federal y se convirtió en la segunda mujer que obtenía este puesto. Durante los siguientes años escribió artículos y trabajos divulgativos sobre la vida marina, y publicó un libro, Under the sea wind (Bajo el viento del mar) en 1941. Este libro no tuvo buena acogida por el público, a pesar de las excelentes reseñas que aparecieron en la prensa. Durante aquellos años soplaban vientos de guerra en lugar de brisas marinas, y la gente estaba en otros temas. Después de la guerra, Carson llegó a ser editora jefe de publicaciones del FWS en 1949. Pero su vocación literaria se impuso. The sea around us (El mar a nuestro alrededor) fue un auténtico best seller, y recibió el Premio Nacional del Libro en la categoría de no-ficción. Su popularidad llevó a la reedición de Under the sea wind que en esta ocasión sí fue un éxito de ventas. En 1952 Rachel Carson dejó su puesto en el FWS y se dedicó en exclusiva a escribir. El productor Irwin Allen (Si tienen ustedes una cierta edad, recordarán con nostalgia algunas series que marcaron nuestra infancia, al menos la mía, El túnel del tiempo o Viaje al fondo del mar) se encargó de producir un documental basado en la obra de Carson, pero esta no quedó nada contenta con el resultado. A pesar de ello la cinta de Allen ganó el Oscar al mejor documental en 1953. En 1955 escribió el tercer volumen de su trilogía del mar, titulado The edge of the sea (El borde del mar), dedicado a los ecosistemas costeros. Cerrada esta etapa, comenzó a interesarse por la conservación medioambiental. En 1957 se interesó por un proyecto gubernamental en marcha. La fumigación masiva de amplias zonas del país con pesticidas para eliminar una serie de plagas. Rachel Carson comprendió que estos insecticidas terminarían afectando a todos los seres vivos en mayor o menor grado. Sin embargo, las compañías químicas que producían el DDT y otros pesticidas y que contaban con grandes perspectivas de negocio, afirmaban su total inocuidad y la falta de toxicidad para el medio ambiente. Frente a los enormes intereses económicos en juego, y consciente de que no contaba con apoyos en la opinión pública, Carson recabó testimonios de científicos, que documentaron los efectos perniciosos de los pesticidas sobre animales y plantas. Expertos del gobierno le suministraron información confidencial. Otros investigadores, sin embargo, afirmaban que los pesticidas no tenían efectos colaterales. Viendo venir el problema, el Departamento de Agricultura rodó en 1959 un documental propagandístico defendiendo el uso de pesticidas. Si ustedes tienen la oportunidad de ver uno de estos impagables documentales de los 50 y 60, entenderán a ese inefable personaje de los Simpson, Troy McClure, protagonista de todo tipo de cintas de propaganda gubernamental.
Rachel Carson obtuvo sus propios datos sobre el descenso en el número de aves en las zonas tratadas con pesticidas y denunció en la prensa los intereses económicos de las grandes industrias implicadas. Recopiló estudios y artículos publicados sobre el efecto carcinógeno de muchos pesticidas o sus derivados. En 1960, justo cuando se ocupaba de estos temas, se le detectó un cáncer de mama y fue sometida a una mastectomía. Todo esto retrasó la publicación de su libro, que finalmente apareció el 27 de septiembre de 1962 con el título: Silent Spring (Primavera silenciosa). Un título que hacía referencia a una futura primavera sin aves y sin insectos, sin la música de la Naturaleza. Ese 27 de septiembre de 1962 significa el nacimiento de lo que luego se ha (mal)llamado «ecologismo», la denuncia del impacto negativo de las actividades humanas en el medio natural. Ahora se le llama «sostenibilidad». No sé que es peor.
En Primavera silenciosa Carson rechaza el término «pesticida» por tendencioso. Las sustancias utilizadas no matan selectivamente las plagas (pests en inglés), sino todo tipo de animales, acumulándose además a lo largo de la cadena alimentaria. Carson sostiene esta afirmación con ejemplos, denuncia el efecto carcinógeno de muchos pesticidas y acusa a la industria química de desinformar al público y a los gobernantes de aceptar las manipulaciones de dicha industria. Carson alerta sobre el fenómeno de la resistencia de las plagas y termina abogando por el control biológico de las mismas.
Rachel Carson, sometida en aquellos momentos a sesiones de radioterapia, esperaba una dura respuesta, incluso en términos legales, por parte de la industria. La compañía Velsicol amenazó con demandas contra la editorial Houghton Mifflin y el New York Times, que había publicado parte del libro y le había prestado apoyo editorial. Otras compañías y asociaciones privadas iniciaron una campaña de folletos, artículos y documentales contra Primavera silenciosa. Químicos prestigiosos acusaron a Carson de pretender un retorno a la Edad Media. Otros atacaron su falta de cualificación profesional. Pero un aliado inesperado redujo el tono de la campaña. Acababa de estallar el escándalo de la talidomida, el medicamento que produjo miles de casos de graves malformaciones en recién nacidos. Era un mal momento para defender a las poderosas multinacionales, químicas o farmacéuticas. Poco a poco científicos, periodistas, políticos y la opinión pública en general fueron asumiendo el mensaje de Carson contra el uso indiscriminado e incontrolado de pesticidas. El 3 de abril de 1963, la CBS emitió un documental «The Silent Spring of Rachel Carson» que a pesar de pretender una exposición neutral del problema, añadió muchísimos indecisos al bando de Carson, quien aparece en la cinta leyendo fragmentos de su libro. Una de las últimas apariciones de Rachel Carson fue ante un Comité Presidencial (el presidente era John F. Kennedy) que el 15 de mayo de 1963 apoyó en su informe las posturas de la escritora. La batalla estaba ganada, y a finales de 1963 Rachel Carson recibió medallas y homenajes. Pero la otra batalla, la que libraba contra el cáncer, se había perdido. Esta mujer luchadora murió el 14 de abril de 1964, a los 56 años de edad.
Pero su obra dio fruto. En 1967 se creó el Fondo de Defensa Ambiental, que logró junto con otros grupos activistas la paralización del uso del DDT en 1973. Por otro lado en 1970 se creó la Environmental Protection Agency (la EPA), una reinvindicación de Rachel Carson, quien comprendió que las políticas medioambientales nunca podían gestionarse en Departamentos y Ministerios, como el de Agricultura, con intereses en la producción agrícola y el desarrollo industrial. El modelo de la EPA como entidad dedicada exclusivamente a la protección medioambiental fue seguido por la mayor parte de los países que crearon sus propias agencias o ministerios del medio ambiente. Ese es probablemente el mayor de sus legados.
En Estados Unidos la obra de Rachel Carson ha sido justamente reconocida. En 1980 se le concedió a título póstumo la Medalla Presidencial de la Libertad, la mayor condecoración civil de aquel país. Hay sellos con su efigie, escuelas, edificios del gobierno, puentes y avenidas con su nombre.
Lo dicho, 50 años, el catorce de abril. ¿La recordaremos?
Para más información, No se pierdan este vídeo, a partir del minuto 6:
Otros vídeos de interés (en inglés):
Gracias a la Wikipedia en inglés por los datos suministrados para escribir esta entrada. A ver si la Wikipedia española se pone al nivel. La biografía de Rachel Carson en español tiene 352 palabras. La de Justin Bieber, quien merece todos mis respetos, más de 3700 palabras. Sin comentarios.