Paul K. Feyerabend. El anarquismo epistemológico.

A primera vista puede parecer contradictorio para una persona dedicada a la ciencia y alejada del relativismo posmoderno declararse admirador de la obra de Paul K. Feyerabend (1924- 1994). Este excepcional filósofo de la ciencia austríaco fue implacable en su crítica de determinadas actitudes científicas, y sus propuestas han alimentado con más o menos fundamento a los relativistas que niegan la existencia de certezas absolutas. Pero a pesar de que algunas de las afirmaciones de Feyerabend sean difíciles de digerir, por ejemplo cuando desafía a que alguien demuestre que la medicina científica es “superior” a muchas medicinas tradicionales, yo creo que todos, científicos o no, seremos un poco mejores después de leer sus obras, especialmente su fascinante Contra el Método (1974). Para no extenderme voy a exponer con qué parte de Feyerabend me quedo:

1)      La crítica de la jerga científica. En una entrada anterior comenté esto. Feyerabend fue ferozmente crítico con el lenguaje de los científicos modernos, con su pérdida de capacidad de comunicación, su distancia y su pretensión de superioridad. En palabras suyas, la ciencia puede y debe expresarse de forma que sea comprendida y disfrutada por todos.

2)      El concepto de “tradición”, como un conjunto de actividades colectivas que dan sentido a la vida de los que las practican. Tradiciones serían la ciencia, la religión, las artes, la magia… En una sociedad democrática, según PKF, las distintas tradiciones deberían ser capaces de convivir sin que ninguna de ellas se impusiera al resto.

3)      La crítica de la pretensión de objetividad científica. En todo científico anida una “pasión”, por más que intente disimularla en aras de su estándar profesional, que no permite tales excesos. Además, en toda ciencia hay elementos subjetivos que se resisten a ser eliminados, por más que luego los descubrimientos cientificos se “reconstruyan” de forma estrictamente racional.

4)      El principio de proliferación o pluralismo teórico. Su “Contra el Método” niega la existencia del “Método” con mayúscula, un único y universalmente aceptado conjunto de reglas. Un científico debe conocer y emplear todos los métodos a su alcance, sin restricciones a su imaginación y su inventiva. Ese es su “anarquismo epistemológico”. Excelente receta para capear esta dichosa época de normas, regulaciones, corsés,  protocolos y expertos empeñados en decirnos cómo tenemos que hacer las cosas (nota al margen: ¿les parecen normales las pegatinas que hay en los servicios de los edificios públicos en las que el Ministerio de Sanidad nos explica detalladamente cómo debemos lavarnos las manos?).

5)      Feyerabend afirma  (en broma, como reconoce más tarde) que si a pesar de lo anterior alguien necesita, para sentirse seguro, un principio metodológico, sólo puede proporcionársele uno, el de “todo vale” (Anything goes). Esto, junto con el rechazo de la superioridad de unas tradiciones sobre otras y de la interferencia entre culturas, ha alimentado la versión relativista de Feyerabend. Según esto, nada sería demostrablemente verdadero o falso, y nada sería moralmente superior. Si alguna vez Feyerabend pensó esto, acabó por reconsiderar la idea. Aquí copio una cita de su hermosísima, conmovedora y recomendable autobiografía Matando el tiempo, escrita cuando ya sabía que su muerte, a causa de un tumor cerebral, estaba próxima:

“Considerando cuánto han aprendido unas culturas de otras y con qué ingenio han trasformado los materiales reunidos de este modo he llegado a la conclusión de que cada cultura es en potencia todas las culturas, y que las características culturales especiales son manifestaciones intercambiables de una sola naturaleza humana. Ello significa que las peculiaridades culturales no son sacrosantas. No existe una represión culturalmente auténtica, ni un asesinato culturalmente auténtico. Sólo hay represión y asesinato, y ambos deben ser tratados como tales, con determinación, si es necesario”.

Exacto. Por encima de las diferencias culturales (que pueden separarnos) hay algo que nos une, y es nuestra naturaleza (yo prefiero decir nuestra condición) humana. Esa condición implica unos derechos universales (esto es, supraculturales) que deben prevalecer sobre cualquier  peculiaridad de cualquier grupo humano. No obstante, cuidado con creernos de nuevo miembros de una cultura superior:

“… Una vez comprendidas las posibilidades de cambio inherentes a cada cultura, debemos abrirnos al cambio antes de intentar cambiar a los demás… debemos prestar atención a los deseos, a las opiniones, a los hábitos, las sugerencias de la gente con la que estamos a punto de interferir, y debemos obtener nuestra información mediante la ampliación de los contactos personales, no desde lejos, no intentando ser ‘objetivos’, no asociándonos con los supuestos líderes”

Feyerabend desafió a los mejores filósofos de la ciencia de su época, y tuvo la audacia de señalar los excesos del cientifismo y el peligro de los “expertos” en un momento en que la ciencia se había convertido ya en la nueva religión dominante. A los científicos nos recuerda que no somos “superiores” ni estamos más cerca de la verdad que el resto de los humanos, y que no debemos renunciar a nuestro desarrollo personal para volvernos “especialistas”. Y a todos los demás les señala un camino “cínico”, el del pluralismo, la imaginación, el rechazo del uso dogmático de las reglas, la autonomía, el pensamiento libre y sin restricciones impuestas por expertos de pacotilla.

Para leer más:

Entrada en la Wiki (la entrada en inglés es muchísimo mejor)

Acerca de desdemitonel

Biólogo, profesor en la Universidad de Málaga
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7 respuestas a Paul K. Feyerabend. El anarquismo epistemológico.

  1. Aurelio dijo:

    Excelente post, muchas gracias.

  2. Existen ditintos tipos de lenguajes, desde el filosófico al religioso, desde el poético al científico, sin olvidar el lenjuaje vulgar, y son, entre ellos, inconmensurables.
    Si se me avería el coche lo llevo al taller para que me lo arreglen los mecánicos. No estoy interesado en las explicaciones, sólo quiero que mo lo arreglen pronto, bien y, si puede ser, que sea barato.
    Si tienen que operarme de amígdalas o de apendicitis, lo que quiero es que el cirujano lo haga bien. No estoy interesado en sus explicaciones rebajándolas a mi parva inteligencia médico-quirúrgica y a mi nulo dominio de ese vocabulario.

    Lo que ocurre es que la teoría «anarquista epistemológica» de Feyerabend es muy atractiva, una moda que, poco a poco ha pasado/pasa/pasará.

    Todas las culturas valen, porque solucionan problemas, pero no todas valen igual, porque algunas solucionan más problemas, mejor y de manera más segura.

    Opto por el médico sobre el brujo de la tribu, y opto por las medicinas más que por los rituales para espantar los malos espíritus.

    He escrito bastante sobre Multiculturalismo, Interculturalismo y Supraculturalismo.
    Defiendo que los Derechos Humanos Occidentales son un modo de vivir más digno que los etnocentrismos y las discriminaciones varias, y deberían ser universalizados.

  3. desdemitonel dijo:

    Gracias Tomás por tus aportaciones. En efecto, yo también (como sin duda haría el propio Feyerabend) iríal al médico antes que al hechicero. Lo que extraigo de las propuestas de Feyerabend es su desafío, es decir, no vale afirmar que la ciencia es intrínsecamente «superior» por sus características internas y teóricas, en todo caso podría ser «mejor» sólo por sus resultados prácticos. En cuanto a los Derechos humanos, yo no los calificaría de «occidentales» aunque el concepto haya nacido y se haya desarrollado en occidente. No lo haría porque eso sería enmarcarlos en una cultura determinada, y yo creo que el concepto de derechos humanos debería ser supracultural, esto es, universal. Hace poco leí que existía una declaración de derechos humanos «adaptada» al mundo islámico. Eso es inaceptable. Creo que una cultura puede (y debe) hacer aportaciones por encima de sí misma, y dirigidas a toda la humanidad.

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  6. Fernan dijo:

    Eso de optar por «el médico sobre el brujo de la tribu, y opto por las medicinas más que por los rituales para espantar los malos espíritus´´ refleja otra forma de racionalismo… Feyerabend acudió a un acupunturista que resolvió unas dolencias que los médicos no pudieron resolver.
    Ese tipo de actitud es la que feyerabend quiso eliminar, porque independientemente de si se está curando una dolencia provocada por una falta de hierro o de espantar a los malos espíritus, uno debe regirse en realidad por los resultados. Ese desprecio por los espíritus es esa estúpida suposición de superioridad que nos ha llevado a tantos retrasos científicos y técnicos.
    Claro que feyerabend expresó en su «contra el método´´ que -llegará un tiempo en el que todas las esferas de la vida humanas se rijan por la ciencia- y después añadió -no creo que estemos viviendo tal época-

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